domingo, 25 de abril de 2010

domingo, 11 de abril de 2010

El Universo


El Universo es generalmente definido como todo lo que existe físicamente: la totalidad del espacio y del tiempo, de todas las formas de la materia, la energía y el impulso, las leyes y constantes físicas que las gobiernan. Sin embargo, el término "universo" puede ser utilizado en sentidos contextuales ligeramente diferentes, para referirse a conceptos como el cosmos, el mundo o la naturaleza.

Observaciones astronómicas indican que el Universo tiene una edad de 13,73 ± 0,12 mil millones de años y por lo menos 93 mil millones de "años luz" de extensión.[1] El evento que dio inicio al Universo se denomina Big Bang. En aquel instante toda la materia y la energía del universo observable estaba concentrada en un punto de densidad infinita. Después del Big Bang, el universo comenzó a expandirse para llegar a su condición actual, y lo continúa haciendo.

Ya que, de acuerdo con la teoría especial de la relatividad, la materia no puede moverse a una velocidad superior a la de la luz, puede parecer paradójico que dos objetos del universo puedan haberse separado 93 mil millones de años luz en un tiempo de sólo 13 mil millones de años; sin embargo, esta separación es una consecuencia natural de la teoría de relatividad general.

Dicho simplemente, el espacio puede ampliarse a un ritmo superior que no está limitado por la velocidad de la luz. Por lo tanto, dos galaxias pueden separarse una de la otra más rápidamente que la velocidad de la luz, es el espacio entre ellas el que crece.

Mediciones sobre la distribución espacial y el desplazamiento hacia el rojo ("redshift") de galaxias distantes, la radiación cósmica de fondo de microondas, y los porcentajes relativos de los elementos químicos más ligeros, apoyan la teoría de la expansión del espacio, y más en general, la teoría del Big Bang, que propone que el espacio en sí se creó a partir de la nada en un momento específico en el pasado.
El hecho de que el Universo esté en expansión se deriva de las observaciones del corrimiento al rojo realizadas en la década de 1920 y que se cuantifican por la ley de Hubble. Dichas observaciones son la predicción experimental del modelo de Fridmann-Robertson-Walker, que es una solución de las ecuaciones de campo de Einstein de la relatividad general, que predicen el inicio del universo mediante un big bang.

El corrimiento al rojo se refiere a que los astrónomos han observado que hay una relación directa entre la distancia a un objeto remoto (como una galaxia) y la velocidad con que está alejándose. En cambio, si esta expansión ha sido continua en toda la edad del Universo, entonces en el pasado estos objetos distantes que siguen alejándose tuvieron que estar una vez juntos. Esta idea da pie a la teoría del Big Bang’’; el modelo dominante en la cosmología actual.

Durante la era más temprana del Big Bang, se cree que el Universo era un caliente y denso plasma. Según avanzó la expansión, la temperatura cayó a ritmo constante hasta el punto en que los átomos se pudieron formar. En aquella época, la energía de fondo se desacopló de la materia y fue libre de viajar a través del espacio. La energía sobrante continuó enfriándose al expandirse el Universo y hoy forma el fondo cósmico de microondas. Esta radiación de fondo es remarcablemente uniforme en todas direcciones, circunstancia que los cosmólogos han intentado explicar como reflejo de un periodo temprano de inflación cósmica después del Big Bang.

El examen de las pequeñas variaciones en el fondo de radiación de microondas proporciona información sobre la naturaleza del Universo, incluyendo la edad y composición. La edad del universo desde el Big Bang, de acuerdo a la información actual proporcionada por el WMAP de la NASA, se estima en unos 13.700 millones de años, con un margen de error de un 1% (137 millones de años). Otros métodos de estimación ofrecen diferentes rangos de edad, desde 11.000 millones a 20.000 millones. En el libro de 1977 Los Primeros Tres Minutos del Universo, el premio Nobel Steven Weinberg muestra la física que ocurrió justo momentos después del Big Bang. Los descubrimientos adicionales y los refinamientos de las teorías hicieron que lo actualizara y reeditara en 1993.

Nuestros indígenas


Al momento de la llegada de los españoles, los charrúas dentro del actual territorio uruguayo ocupaban el área al norte y al sur del Río Negro (o Hum) y se acercaban a la costa en el actual departamento de Rocha. En otras partes del territorio había otras tribus (1), como los


Chanáes, que habitaban en la confluencia del río Negro con el río Uruguay, las costas e islas de este último y las islas del Delta del Paraná en Argentina entre las provincias de Entre Ríos, Santa Fe, Buenos Aires y hasta en la de Corrientes.
Minuanes, que ocupaban la costa de la actual Argentina sobre el río Uruguay al Norte de la desembocadura del Río Negro.
Yaros, que vivían en la costa oriental del río Uruguay entre los ríos Negro y San Salvador (actuales departamentos de Río Negro y Durazno de Uruguay) y en la zona del bajo Uruguay en la provincia de Entre Ríos en la República Argentina.
Bohanes, que se hallaban en los departamentos de Paysandú y Salto, aunque, algunos mapas jesuíticos los ubican en Entre Ríos.
Guenoas, que estaban en la zona de los departamentos de Tacuarembó, Treinta y Tres y Cerro Largo extendiéndose también por el el río Ibicuy, al sur del Brasil.
Arachanes, que ocupaban los departamentos de Maldonado, Lavalleja, Rocha, Cerro Largo y Treinta y Tres, así como gran parte de la zona sur de Río Grande del Sur en Brasil.
Posteriormente a la fundación de Montevideo, los charrúas se desplazaron hacia el Norte, absorbiendo a yaros, bohanes, guenoas, chanás y minuanes y quedando prácticamente confundidos con ellos, por lo que usualmente se les ha designado a todos estos grupos genéricamente como charrúas.

Existen diversas estimaciones sobre la población de charrúas y etnias relacionadas al momento de la llegada de los españoles. Las mismas varían entre 8.000 (5.000 en Uruguay) y 100.000 personas o más. Los guerreros indígenas que fallecieron en la primera Buenos Aires sumaban 23.000, mientras que los guerreros mocoretáes del Río de La Plata sumaban 18.000 hombres.[1] En 1828, cuando el país se independizó, la población indígena era de 30.000 personas y la de blancos de 70.000. Según algunos estudios históricos, ese número de indígenas y descendientes de éstos en el territorio de la flamante república era superior al que había en la época de la conquista. Ello se debe a que el territorio recibió una importante inmigración de guaraníes que habían huido de las misiones jesuíticas destruidas y que se establecieron al norte del río Negro. A ellos se debe la mayor parte de la toponimia y de los rasgos aindiados de algunos uruguayos actuales.

Cultura [editar]Los charrúas pertenecían al gran conjunto pámpido, teniendo fisiotipos y cultura material muy similar a la het o pampas antiguos, a la de los tson'k o patagones, a la de los qom'lek y a la de los kadigüegodí, para hacer mención sólo de algunas de las etnias que habitaban la gran Llanura Chacopampeana y la Patagonia Extraandina. Sin embargo, hacia el siglo XV recibieron importantes influjos culturales de un pueblo amazónico el de los avá o guaraníes. De modo que mucho del léxico actualmente conocido del idioma charrúa deriva de aportes lexicales del avañe'é o guaraní, como son la toponimia y los nombres propios, al mismo tiempo que el lugar donde habitaban refería a: "Río de los pájaros pintados" (en guaraní).

Religión [editar] Sociedad [editar]Básicamente los charrúas no eran pacíficos; tenían una organización social muy fuerte, organizadas en jefaturas (esto es: gobernadas por un 'cacique', jefe que aunque solía pertenecer a un linaje debía ser electo y consensuado permanentemente por el conjunto), donde los vínculos interpersonales eran muy importantes y conservaban la filiación poligámica. (2)

Economía [editar]En el momento de la conquista española su modo de producción era cazador-recolector, aunque rápidamente supieron desarrollar un complejo ecuestre y, con este, una cierta ganadería basada en los bovinos y equinos. Dado el modo de producción (cazador-recolector) era una etnia de "nómadas" -como lo eran casi todos los otros pampidos-, por lo que los únicos vestigios materiales de su civilización son pequeñas vasijas de barro así como parte de sus armas típicas, lanzas, flechas y boleadoras, esta última uno de los objetos más típicos de la región. Estaban conformadas por dos o tres bolas de piedra, unidas por un trozo de cuero de aproximadamente un metro, en un nudo común. Eran utilizadas para cazar principalmente el ñandú, ave típica de la mayor parte del Cono Sur, similar al avestruz pero de menor tamaño.Tras el vocablo "charrúa" se han postulado diferentes versiones de su origen, la mayoría de ellos despectivos: “los arrebatados”, “los destructores”, “los jaguares”, “los mutilados” y otros un poco más románticos como “los acuáticos” o “los pintados”. Lo cierto es que epítetos no faltaron por parte de los extranjeros, respecto a cómo identificarlos. Sin embargo, nada se sabe aún respecto a cómo se autodenominaban los integrantes de esta familia nativa.

El antropólogo Daniel Vidart realizó, en 2001, un análisis etimológico del término "charrúa", del que hasta ese momento no se conocía su origen. Según Vidart, "charrúa" es una palabra del gallego, que designa unas máscaras de madera usadas como disfraz. El origen de estas máscaras se remontaría a la prehistoria, probablemente para ser usadas en fiestas populares, como el carnaval. Quienes usaban en Galicia estas máscaras llamadas charrúas, se disfrazaban y pintaban de manera llamativa, mientras gesticulaban con cierta agresividad.

La colorida vestimenta de los indígenas que los europeos invadieron en las costas del Río de la Plata, así como su rostros pintados a modo de máscaras junto a extraños gestos, rememoraron en los navegantes españoles a aquellos gallegos que se disfrazaban en sus fiestas con sus máscaras denominadas charrúas. En poco tiempo el término se popularizó y fue adoptado de ahí en más hasta nuestros días.